PROGRAMA SIN FRONTERAS 17 DE OCTUBRE DE 2022
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No serán actos “opositores”, juran y reiteran sus organizadores. Pero lo cierto es que, más allá de los matices internos, en las distintas movilizaciones oficialistas en recordación del Día de la Lealtad –que no incluirán en ningún caso al presidente Alberto Fernández– habrá “reclamos concretos” de cambios en la política económica, al calor de una inflación que parece no tener freno, y reclamos sociales que se multiplican.
Junto con las demandas concretas, y en una muestra de las tensiones que sacuden al Frente de Todos, cada sector buscará mostrar en la calle poder de fuego político, con las elecciones de 2023 como horizonte concreto. En la Casa Rosada miran con especial atención la concentración que, en Plaza de Mayo, protagonizarán en conjunto La Cámpora, el PJ bonaerense y los camioneros que movilizará Pablo Moyano. Una suma fija de unos $40.000 para los empleados en relación de dependencia y el impulso a una ayuda de emergencia para millones de indigentes son los principales puntos en común de quienes adhieren al acto, que incluirá, además, a las dos CTA, intendentes y distintos grupos alineados con la vicepresidenta Cristina Kirchner.
“Hay que restaurar el rol del Estado en el control y planificación de la economía, articulando con las organizaciones libres del pueblo las políticas necesarias para imponer la soberanía alimentaria y garantizar que ninguna familia argentina tenga que soportar una injusta e intolerable situación de pobreza”, reza el documento conjunto, que incluye las demandas a un Gobierno enfrascado en la política de recortes de gastos liderada por el ministro de Economía, Sergio Massa, e incluida en el proyecto de presupuesto para 2023. Mientras sostienen que el vínculo entre el Presidente y su vice está “totalmente cortado”, organizadores del acto en Plaza de Mayo repiten que los reclamos tienen sustento y base en los números. “La caída del salario entre enero de 2015 y junio de 2022 es de 16,3% para trabajadoras/es registrados y de 33,1% en trabajadoras/es no registrados”, afirma en un informe el economista Hernán Lechter, cercano a Cristina Kirchner y titular del Centro de Economía y Política Argentina (Cepa), que el cristinismo toma como base para precisar la cifra que reclamarán frente a la Casa Rosada y el Ministerio de Economía.
Los cambios de gabinete exacerbaron el conflicto interno en el Gobierno. Este domingo, el kirchnerismo transmitió en reserva su enojo con los primeros pasos de las nuevas ministras, en especial Raquel “Kelly” Olmos, titular de la cartera de Trabajo. “Los ministros albertistas son buenos prenseros, pero de una administración que no sabe lo que es trabajar. Olmos todavía no dijo cuál es su política laboral y su primer paso fue criticar a Massa, que por lo menos tiene volumen político”, apuntó un miembro de La Cámpora en diálogo con este diario.
Lejos de La Cámpora, con quien sostiene una pelea abierta por el control de distintos territorios, los movimientos sociales oficialistas tendrán su acto propio en el estadio del Deportivo Laferrere, en el distrito bonaerense de La Matanza.
Los oradores representarán a cada una de las organizaciones del llamado triunvirato de San Cayetano (Movimiento Evita, Somos Barrios de Pie y la Corriente Clasista y Combativa). Serán Emilio Pérsico, Daniel Menéndez y Juan Carlos Alderete, los líderes de esos espacios. Los movimientos sociales que integran el Frente de Todos también preparan mensajes críticos para el Gobierno, con cuestionamientos para la sintonía con el Fondo Monetario Internacional (FMI).
Según pudo saber LA NACION, el diputado Alderete hará un discurso en el que indicará que “ceder” al ajuste del “FMI y los grandes monopolios” favorece a los potenciales candidatos presidenciales de Juntos por el Cambio. Pedirá fortalecer la unidad del oficialismo, pero puntualizará que la gestión está haciendo “ganar como nunca a los monopolios”. La CCC también tendrá una columna en el acto de Plaza de Mayo.
Menéndez, líder de Somos Barrios de Pie y subsecretario de Políticas de Integración y Formación del Ministerio de Desarrollo Social, será otro de los oradores en Laferrere. Es uno de los dirigentes que, desde el propio oficialismo, marcan que no hay más tiempo y que el Gobierno debe “rebelarse del tutelaje del FMI”, según escribió en una columna en el sitio Infobae. El orador de cierre en Laferrere será Pérsico (líder del Movimiento Evita y secretario de Economía Social del Ministerio de Desarrollo Social), según señalaron a LA NACION fuentes de la organización.
La sede elegida para el acto tiene vínculo directo con los movimientos sociales oficialistas. El presidente del club Laferrere es Gabriel “Lalo” Aranda, integrante de la CCC. Además, la esposa de Pérsico, Patricia Cubría, pretende disputarle la intendencia a Fernando Espinoza. Aunque no confirmaron la presencia de Juan Grabois, su agrupación, el Frente Patria Grande, se movilizará. Lo hará a la Plaza de Mayo, en una columna que integrarán los diputados Natalia Zaracho, Federico Fagioli e Itai Hagman.
Por otro lado, y lejos de un presidente al que sostuvo hasta hace muy poco, la CGT organizará su propio acto en el club Obras Sanitarias. Habrá allí distintas vertientes del sindicalismo, comenzando por la cúpula encabezada por Héctor Daer y Carlos Acuña (Pablo Moyano estará en Plaza de Mayo), y continuando por distintos caciques gremiales como Armando Cavalieri o Luis Barrionuevo. “Buscan algún lugar en las listas de candidatos, no se sabe en cuáles”, ironizaron desde el cristinismo en relación a esa manifestación. Para completar el cuadro, las 62 organizaciones peronistas tendrán su propio acto, al igual que el peronismo en distintas expresiones provinciales.
“En todos esos lugares habrá peronistas reafirmando lo mismo que se puso en disputa aquel 17 de octubre [de 1945], que una Argentina para pocos no es viable”, afirmó el ministro de Obras Públicas, Gabriel Katopodis, uno de los dirigentes que bregó sin éxito por un acto conjunto y que, no obstante, insiste en la necesidad de llegar juntos a 2023.
Precisamente Katopodis será uno de los ministros que acompañará a Alberto Fernández en la única actividad presidencial anticipada oficialmente. A las 11, el Jefe de Estado inaugurará un tramo de la autopista Ezeiza Cañuelas junto al gobernador Axel Kicillof y, por videoconferencia, presentará otras obras junto a los mandatarios Ricardo Quintela (La Rioja), Gustavo Bordet (Entre Ríos) y Sergio Ziliotto (La Pampa); además de los ministros Victoria Tolosa Paz, Jaime Perczyk y Alexis Guerrera.
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Con la sabiduría del Viejo Vizcacha, Perón resolvió el interrogante que carcomía a sus seguidores y que tendía a ponerle un corsé ideológico-político. “Peronistas somos todos”, dijo para absolver las contradicciones. Aunque nunca logró saldarlas y siempre estallan cuando su poder está en crisis. Como ahora.
Así, la multiplicidad de actos por el Día de la Lealtad que se realizarán hoy no es la manifestación del serio conflicto interno que atraviesa al oficialismo, sino el síntoma más evidente de los problemas irresueltos y las amenazas sin disipar que cada sector del oficialismo enfrenta. Kristalina Georgieva lo puso en palabras hace solo 72 horas: la interna peronista complica las cosas porque hay sectores que demandan gastos que no se pueden pagar, dice la traducción real y no la formal.
La directora gerente del FMI es el verdadero sostén de Sergio Massa, que, a su vez, es la última esperanza de los que no la quieren a Georgieva ni al organismo que ella dirige ni lo que ambos exigen, pero los necesitan. Contradicciones demasiado agudas para el cristicamporismo nac&pop, que pone el guiño hacia la izquierda mientras su gobierno dobla hacia la derecha y al Fondo.
En el albertismo redivivo, pero no revivido, celebran ese conflicto identitario, sobre todo de La Cámpora, para ponerle aderezo a una disputa que solo tiende a profundizarse. “La Cámpora hizo echar a un ministro heterodoxo que le pulseaba al FMI [por Martín Guzmán] para imponer uno que expresa y responde como nadie al Fondo y a EE.UU. Por eso, atraviesa una crisis de identidad tan grande que a sus líderes solo les queda volver a la posición fetal y resguardarse en Cristina”, dice con ironía (y algo de rencor) uno de los funcionarios que mejor interpretan y más hablan con el Presidente.
Hace hoy exactamente tres años, en plena campaña presidencial, Fernández había renunciado a toda autonomía al prometer en la celebración del Día de la Lealtad que él nunca más se iba a pelear con Cristina. Aunque ella lo peleara a él. Como nunca dejó de hacerlo.
La novedad de este nuevo Día de la Lealtad es que Fernández y Fernández de Kirchner pueden decir que no están peleados solo porque no se lo dicen el uno al otro. Y no se lo dicen porque no se hablan. Y no se hablan porque si se hablaran se dirían cosas que los harían pelear. Tal vez, definitivamente.
En lo que queda del equipo albertista no hay dudas de que no hay chances electorales si no se hace exactamente lo que Cristina Kirchner y La Cámpora no quieren hacer, porque atentaría definitivamente contra su capital simbólico. O contra la narrativa de su identidad. Que de tan rígida choca con la plástica esencia del peronismo.
Lo que Fernández postula y en lo que coincide con el equipo de Massa (que coincide con lo que plantea Kristalina, pero no Cristina) es que sin un plan de estabilización capaz de anclar las variables económicas no hay posibilidad de llevar la inflación a estándares razonables y sin bajar el índice de precios a un nivel vivible no hay futuro electoral.
El dilema para el cristicamporismo es que si ese camino llevara al éxito, no terminaría en la coronación de uno de los propios, sino que podría beneficiar a sus adversarios internos, como el ministro de Economía, que hoy finge de socio.
Tan contradictorio es todo que hasta Alberto Fernández sueña que él puede ser beneficiado antes que la escudería que comanda la vicepresidenta si se lograra la estabilización a la que todos desean llegar, pero nadie quiere transitar. O de la que todos quieren obtener los beneficios, pero no pagar sus costos.
La creencia es que a pesar de que el tiempo sigue pasando, la estabilidad no llega y las elecciones se van acercando, no todo estaría perdido. Más allá de que una mayoría pueda descreer de que aún se puedan lograr resultados que se ajusten al calendario electoral oficialista.
Hay dos casos internacionales de planes de estabilización contra reloj en los que el FDT podría cifrar sus ilusiones, como recordó en estos días el politólogo Ignacio Labaqui. Son México, en 1987, con el Pacto de Solidaridad Económica, que mantuvo al PRI en el poder (aunque sumó la inestimable ayuda del fraude); y Brasil, en 1994, con el Plan Real, que llevó a la presidencia a Fernando Henrique Cardoso.
Claro que las condiciones socio-políticas de esos países y el contexto histórico en el que se dieron ambos casos en poco se parecen a los de la argentina frentetodista. Pero, al final, la economía es la última ratio del poder en tiempos de necesidades y urgencias, y podría ordenar las cosas. Salvo si lo que se pretende es conservar el capital simbólico y preservar la capacidad de veto o extorsión, antes que retener el poder.
Tal vez a eso se refieran en el albertismo cuando dicen que La Cámpora, encarnada en su vocero más radical, el ministro bonaerense Andrés “Cuervo” Larroque, “se convirtió en sommelier de funcionarios, sin nunca traer propuestas”. No se quedan ahí, también le pasan facturas por lo que el cristicamporismo hace, no hace o “hace muy mal” en donde gobierna.
“El Cuervo cata y descalifica públicamente a cuanto funcionario nacional le conviene cruzar, pero cuando los que quedan en offside son los de ellos hace silencio o, en el mejor de los casos, se limita a un retuit conceptual”, dicen en Olivos.
La última es una referencia explícita a la protección de la que sigue gozando Sergio Berni tras la desmesurada represión a los hinchas de Gimnasia, en La Plata, hace dos semanas, que solo mereció un posteo genérico de La Cámpora en las redes, alejado de la explosiva verbalización que suelen componer ante episodios menos condenables, pero cometidos por sus adversarios internos o enemigos externos.
En la decisión de preservar al ministro de Seguridad, el gobernador de la rebeldía verbal y la obediencia fáctica, Axel Kicillof (y por añadidura el cristicamporismo), compone un remedo de Ulises atado al mástil de su barco para no sucumbir ante los cantos de sirena (que le exigen una renuncia por atentar contra los símbolos). Berni es el pararrayos bajo el que se cobijan ante la tormenta de la inseguridad para la que no tienen plan ni solución. También para no someterse a los intendentes siempre dispuestos a poner a uno de los suyos en esa cartera cargada de pólvora y dinero que, por lo general, manejan quienes deberían ser los subordinados.
Las tensiones que conviven entre el partido del orden y el partido de la redistribución, que pretende representar el peronismo, afloran en tiempos de crisis, cuando el poder no alcanza como aglutinante. Así, el Día de la Lealtad resalta la latencia de la traición y la cercanía de la combustión en la interna oficial.
La concentración que hoy se realizará en la Plaza de Mayo, además de los demás en otras geografías más cercanas y más lejanas, representa cabalmente ese conflicto interno. Ya lo dijo el sindicalista cristinista Hugo Yasky con un malabarismo dialéctico digno de la patafísica: será un acto para fortalecer al Gobierno, pero no para fortalecer al Presidente, porque sobre él ya no alimentan esperanzas. Así de real aunque parezca surrealista.
Sobre ese sustrato, Fernández y Massa aspiran a que el Congreso apruebe el presupuesto para cumplir con lo que impone el FMI, pero también con el que pretenden estabilizar la economía, más allá de la política de parches y cataplasmas con la que el ministro viene timoneando la nave oficial, que hace un mes amenazaba con hundirse.
Una vez más, como ya ocurrió con el acuerdo con el Fondo, hay más expectativas en el acompañamiento por parte de la oposición que de los legisladores puramente cristicamporistas. Una apuesta compleja para el cálculo de recursos que imperará en el año electoral, al margen de otras diferencias sustanciales entre uno y otro caso y a pesar del anticipo de apoyo que hizo el bloque cambiemita. En el seno de JxC las disputas internas, más desatadas y destempladas que nunca, no impiden que se alcancen algunas coincidencias básicas en algunos temas tan relevantes como el presupuesto 2023. Por eso, tras el anticipo de votarlo favorablemente por parte los radicales que responden a Martín Lousteau y las discusiones que ese anuncio generó, empezaron a ordenarse y a listar demandas de modificaciones.
No habrá votos gratis. Menos cuando faltan once meses para la elección presidencial y mientras el oficialismo cojea y tropieza con sus propios problemas.
La crisis de lealtad e identidad del peronismo siempre es una oportunidad para sus adversarios. Y un problema para el país.